martes, 26 de marzo de 2013

Dedicado a mi pequeño Marco.

Y el cielo lloró de alegría …

Cuenta la leyenda que la Humanidad andaba perdida en fratricidas y cruentas batallas cuando Júpiter, rey de los dioses, desde el Olimpo, harto de tener que mediar continuamente para equilibrar las cosas en la Tierra, habló con El Creador tal que así:
-         Oh venerado Creador, sabes que no te molestaría si no fuera importante. De sobras es sabida tu continua ocupación en la creación de Todo, pero he intentado de todas las maneras posibles cumplir con tu encargo de mediar entre los humanos para que el Bien triunfe en el mundo, pero empiezo a pensar que tu más grande creación no tiene remedio.
-         ¿Por qué dices eso, oh valeroso Júpiter?
-         Día y noche, año tras año, las rencillas se multiplican, los conflictos se eternizan, el egoísmo se entrona y los males derivados de todas estas malas acciones apesadumbran a unos y a otros por doquier. Lo he intentado todo: en primavera las flores brotan con fuerza para enternecer el alma humana; en otoño el color de las hojas se torna ocre para satisfacer las ansias de observar cosas preciosas por parte de los mortales; en invierno el frío obliga a encender las hogueras y el chisporrotear de los maderos al fuego hace emerger bonitos sueños en sus primitivas mentes; y en verano, ¡ay en verano! Hice que el dios supremo de los egipcios brillase con fuerza en el firmamento para ablandar los corazones de los más obcecados, pero nada…. Parece que nadie quiera entender que la vida perecedera está tan limitada por el tiempo que no merece la pena perder ni un segundo en yermas disputas.
-         Así es amado Júpiter, pero debes comprender que ningún mortal es tan sabio como tú, que no les es fácil recorrer el arduo camino que les lleve a la felicidad.
-         Lo  sé, estimado Creador, lo sé, pero me entristece el alma ver como unos y otros desperdician sus efímeras vidas pensando en el futuro, cuando lo único que realmente poseen de verdad es su presente. Y que si tuvieran en cuenta únicamente esto, si viesen que en realidad son tan frágiles como un recién nacido, quizás, esa conciencia de su limitación temporal les haría entenderse mejor entre unos y otros.
-         Así sería seguramente…
Y mientras el diálogo entre Júpiter y el Creador continuaba, mientras los dos observaban con melancolía que sus mejores deseos parecía que nunca iban a cumplirse, mientras sentían en sus inmortales pechos el ansia de no encontrar una solución a un problema de tal envergadura, los dos empezaron a verter excelsas lágrimas…
Cuenta la leyenda que un 22 de febrero el firmamento se tornó de un color oscuro precioso como nunca antes. Era tan bello el espectáculo que podía contemplarse, que ningún humano ni Dios pudo resistirse a mirar al cielo. Dicen los más ancianos que la visión fue tan sublime, que en ese preciso instante la Humanidad entera se fundió en un abrazo fraternal con el que viejas rencillas quedaron subsanadas y con el que el mundo entero realizó un giro crucial para llegar a entenderse hasta la eternidad.
Lo que no saben los ancianos ni los dioses es que, al albur de esas lágrimas, nació en la Tierra un ser tocado por un halo divino. Un cachorro humano llamado Marco, que salió del vientre de su madre justo en el momento en el que el llanto de Júpiter y el Creador brotaban con más fuerza. En ese preciso instante, las lágrimas de tan insignes personajes dejaron de emerger por pena o por desazón y empezaron a surgir de alegría y de inmensa dicha. Tal era la felicidad de ambos, que en la Tierra la lluvia cristalizó en finos e increíblemente blancos copos de nieve, para goce de toda la Humanidad. Desde aquel preciso instante, se comenta entre los más sabios, que cuando nieva algo bueno está por venir