La lectura de esta trascendental obra
llama la atención por varios aspectos fundamentales:
Por un lado, es evidente la influencia
descomunal que ha tenido en la historia de la humanidad y con su lectura
uno se sorprende de la cantidad de mitos y leyendas que forman parte del acervo
cultural de la sociedad. Así, quién no ha oído hablar del cíclope, de Escila y
Caribdis, de la guerra de Troya, de los múltiples personajes que acompañaban a
Odiseo en sus aventuras o de tantas otras anécdotas que se suceden en la
historia y que conectan al lector con realidades conocidas de la actualidad.
Que hayan pasado más de dos mil quinientos años desde su elaboración, para
alguien todavía alejado de la profundidad del Humanismo, es más que llamativo.
Por otro lado, el estilo de la
obra es bastante chocante en cuanto a la ruptura de prejuicios que supone el
hecho de enfrentarse con una novela histórica realizada hace tanto tiempo y de
la que uno no se espera, bajo ningún concepto, llegar al nivel de enganche
emocional con la misma. Personajes bien trabajados, paisajes magníficamente
descritos, conexión fabulosa entre tres historia paralelas, trabajo profundo y
detallado de la personalidad y las relaciones humanas, hacen un conjunto
magníficamente narrado que te sitúa en la realidad que describe y que te
absorbe en la vorágine de sus aventuras.
Pero el aspecto que destacaría por
encima del resto tendría que ver con la moralidad intencionada que se
desprende a lo largo de todo el poema. La transmisión de valores que se produce
durante toda la obra nos retrotrae ipso facto a la antigua Grecia y a esas
primeras sociedades sedentarias evolucionadas, que necesitaban alejarse de la
anarquía mediante formas de control social enmarcadas en dioses o en poderes
fácticos poco avanzados todavía. Así, durante toda la lectura, encontramos
diversidad de pasajes en los que Homero dicta lo que podríamos denominar las
normas del buen o mal hacer:
Hospitalidad
Es
un tema recurrente durante todo el poema encontrar unos anfitriones que tratan
a sus huéspedes con infinita amabilidad proporcionándoles comida, bebida, ropa
y lugar donde dormir antes siquiera de preguntarles quiénes son. Destaca en
este punto el recibimiento de Alcínoo y su importante ayuda a Odiseo para
llegar a Ítaca, que incluso desata las iras de Poseidón y le supone
contrapartidas negativas que el jefe de los feacios acepta como designios
divinos sin conato alguno de arrepentimiento.
También
destacaría como en los banquetes, también recurrentes durante toda la obra, el
anfitrión siempre proporciona al invitado “lo que tenían mejor guardado”.
Gallardía
Es
constante durante la obra la valentía que demuestra principalmente Odiseo,
aunque también Telémaco conforme va avanzando la misma, incluso sus fieles
esclavos durante la batalla final y que quedan moralmente enfrentados a la
altanería y la prepotencia de los pretendientes u otros personajes, que siempre
les supone una rémora y a la postre una derrota en manos de los que actúan
gallardos pero humildes.
Sensibilidad
Otra
particularidad especialmente sorprendente es los mares de lágrimas que los
“buenos” derraman durante toda la obra. Odiseo, Telémaco, los hospitalarios
reyes que los reciben, Penélope, incluso los fieles esclavos, no tienen pudor
en llorar lo que haga falta al recordar sus hazañas, sus batallas, lo que dejan
atrás o lo que visualizan que quieren conseguir. Esta circunstancia llega a su
momento cumbre cuando Odiseo se reencuentra con su hijo, con su mujer o con su
padre, pero es del todo sublime a nivel estilístico cuando topa con su perro
Argos y este le reconoce, agachando las orejas en señal de sumisión. Cabe decir
que en contraposición nos encontramos pasajes de extrema crueldad en los que
Odiseo especialmente no se inmuta un ápice cuando mata a sus enemigos, ejecuta
a sus esclavas no fieles o cuando asiste a la muerte de sus compañeros en las
diferentes aventuras que se van sucediendo. Esto podría analizarse como una
muestra de total incoherencia del personaje principal, pero, a mi entender, el
autor soluciona brillantemente este tema dejando en el aire en todo momento la
fragilidad del alma humana y su eterna dualidad.
Justicia y humanidad
Son
varios los pasajes en los que el libro recurre a la diosa de los ojos vendados
para envolver a los héroes de un halo de positiva justicia, aunque esta dista
mucho del concepto que entenderíamos hoy como tal. Y es que en la sociedad
actual, pocos podríamos considerar justo el papel de la mujer como ente sumiso
que debe aceptar los designios que idee su marido, así como tampoco
aceptaríamos el esclavismo o la pena de muerte. Esta justicia es, por tanto, bastante
relativa, y no únicamente porque esté desfasada en el tiempo, sino que también
porque en determinados momentos de la obra, el autor sólo actúa con piedad y
benevolencia, normalmente asociadas a la justicia, cuando le apetece. Así, cuando
Femio y Medonte son escuchados en sus plegarias o cuando las doncellas que
Euríclea asegura que le han sido fieles, sobreviven a la matanza de palacio, el
héroe muestra compasión y actúa de forma ecuánime, pero cuando ejecuta sin
miramiento alguno a las esclavas que le habían fallado o cuando disfruta
durante un año de la hospitalidad de Circe, así como de su lecho, parece que
pierde bastante humanidad. Evidentemente Homero trazó un ideal de personaje con
el que cualquiera que le escuchase pudiera sentirse identificado, y nada mejor
para eso que la doble moral que inevitablemente acompaña al ser humano desde el
principio hasta el final de sus días, siempre sometida a los designios
insondables de los dioses que actúan a veces de forma incoherente o caprichosa.
Destila una justificación mística de la dualidad humana muy interesante:
intenta ser bueno y obrar bien pero si a veces obras mal, piensa que es normal
y justificable porque incluso a los héroes les pasa lo mismo.
Contención
En
varios momentos el héroe debe morderse la lengua para no salir perjudicado en
la consecución de sus objetivos finales, como cuando Melantio le empuja hasta
casi hacerle caer cuando se dirigía a palacio recién llegado a Ítaca, o cuando
los altivos pretendientes se ríen de su alopecia fruto de la desfiguración a la
que es sometido por la diosa Atenea para pasar inadvertido.
Papel de la mujer
Anteriormente
ya he trazado algunas de las líneas en las que se mueve el rol de la mujer
durante la obra, pero no quería dejar de comentar el pasaje de absoluta misoginia
de Agamenón que aconseja a Odiseo como tratar al sexo femenino explicándole en
el Hades como su mujer Egisto ideó su propia muerte con su amante.
Fidelidad
Durante
la obra encontramos unos personajes que acompañan fielmente al héroe y a Telémaco
en todas sus peripecias. Destacan Néstor y Melenao y su inquebrantable amistad
con Odiseo que les lleva a tratar a su hijo como si el suyo propio se tratase,
proporcionándole todo tipo de ayuda.
La
fidelidad de los esclavos entraría más en el terreno de la sumisión, que incide
en el argumento que introduce esta disección de la obra y que destaca en la
figura el porquerizo Eumeo y de la anciana criada Euriclea: nada mejor para
evitar la anarquía de un pueblo rebelde que tener esclavos sumisos a su rey.
Estos
valores “del buen hacer” que se desprenden de la obra, tienen evidentemente sus
contrapuestos. Así, la avaricia se
encuentra en esos acompañantes de Odiseo, que sintiendo envidia de las riquezas que a sus desconfiados ojos había proporcionado Eolo en un saco de cuero,
destapan las más fuertes tempestades. O el no
acatamiento de las leyes cuando sacrifican a las vacas que el rey Sol había
dispuesto para que pacieran para goce de su mirada. También encontramos la crueldad de Polifemo comiéndose a los
acompañantes de Odiseo o en la actitud de diferentes personajes ante el
convertido en andrajoso mendigo Odiseo. Podemos ver la maldad de las sirenas (de nuevo la mujer como eje del mal), que
utilizan su dulce canto y su belleza para llevar a la perdición a los
marineros, asemejándose al episodio de los lotófagos, donde personalmente
encuentro una enseñanza sobre la perniciosidad de las adicciones, hipótesis que contrasto en algún pasaje en el que se
demuestra la utilización del opio para el olvido de los males personales. El rencor ocupa un papel especial también
cuando Áyax Telemoníada todavía se siente dolido en el Hades por el episodio en
el que tras la muerte de Aquiles, Odiseo le gana en juicio las armas de éste.
Muchos
otros elementos a lo largo del poema inciden en este intento por parte del
autor de dotar de enseñanza moral al conjunto de su obra y sólo una tesis
doctoral podría diseccionarlos en su conjunto sin dejar importantes detalles en
el tintero. Pero algo que después de leer y analizar someramente la obra uno se plantea, es si es simplemente un
recurso involuntario para dar al poema un sentido cercano y en el que todo el
mundo pudiera sentirse identificado, o si obedece, más bien, a una especie de
conspiración del poder establecido, que vio en este tipo de enseñanzas orales
la oportunidad de controlar a un pueblo que padecía en muchas ocasiones
miserias e injusticias y que se podía sentir iluminado por héroes y por dioses
que dieran sentido a sus insignificantes y sometidas vidas. Por cierto… ¿A qué
me recordará todo esto?
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