viernes, 14 de diciembre de 2012

Los sofistas como modelo a no seguir.

Habiendo empezado la semana pasada con La Odisea y su maravilloso mundo mitológico, esta semana tengo ganas de destacar a los filósofos presocráticos que más directamente podrían conducirnos a la vergüenza de ser humanos. Más que nada porque su dominio filosófico de la antigua Grecia durante buena parte de Pericles provocó el resurgimiento de la Razón con más fuerza que antes mediante la filosofía de Sócrates y de sus discípulos. Como siempre en la historia de la Humanidad, el declive, la perversión y la irracionalidad conducen inevitablemente a la aparición con más fuerza de su maravilloso contrario. Y creo que 2500 años después vamos de cabeza hacia otra transición hacia algo mejor. O eso espero y ese es uno de los motivos fundamentales de la creación de este blog.
Volviendo a lo que ocupa este post, resulta inevitable extrapolar la forma de actuar de los sofistas a la política actual, así como inevitable es pensar también que amplios esquemas del mundo educativo se basan en puros sofismas según mi experiencia como maestro en infantil y primaria, y en esta segunda parte me voy a basar porque si incluyo la primera daría para una novela de terror de las malas.
Así, mi sensación desde que pisé la facultad de magisterio, fue recibir un continuo de informaciones poco aplicables a la realidad, excesivamente teóricas, impregnadas de retórica buenista y autocomplaciente, que flaco favor hacían y hacen, supongo todavía, a los futuros enseñantes.
“La competición no es buena, el respeto a todas las culturas es fundamental, la cooperación en el trabajo de aula es imprescindible y siempre recomendable, el maestro debe ser uno más en el grupo, los castigos no sirven para nada, los deberes no deben ser excesivos, la lengua que debes utilizar es una determinada, el concepto histórico-político a difundir es uno determinado”… y así ad infinitum, creando una amalgama de pseudo-conocimientos  que en la práctica difícilmente son aplicables y sobre todo poco recomendables si se llevan a extremos. Una filosofía de práctica educativa que empieza en la universidad pero que diariamente se ve reflejada en una mayoría de compañeros de profesión y en psicólogos y pedagogos internos y externos.
Respecto a este tema escribí hace un tiempo un artículo que intentaba poner un poco de equilibrio en esto que acabo de explicar y que me lleva directamente a situar en el ámbito de la sofística buena parte de la pedagogía moderna que impregna las aulas y que a la vista está los resultados que producen. Si nos alejamos del sentido común y de la verdad bastante absoluta que de este suele venir derivado, nos enfrentamos con la cruda realidad. Una realidad que no entiende de retórica, una realidad que un maestro comprometido no puede obviar en el nombre de las buenas intenciones.
Por tanto, desde mi punto de vista, alejarnos de la sofística y su relativismo, acercándonos a la búsqueda de la Razón de cualquier tipo, educativa también, nos conducirá a un mundo mejor para todos.

Pd: una buena parte de este post se basa en una participación personal en el foro de Filosofía que trataba el tema en cuestión. Por resultarme interesante para la mirada positiva que le quiero dar a este blog, he decidido incluirla adaptada.

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